Como si nada ocurriera, la adolescencia se ha ido prolongando, en las sociedades nuestras, hasta más allá de los cuarenta. Los aspirantes a Peter Pan crecen en edad y número sin que la llegada de la adultez biológica pueda impedirlo. Frente a las gerontocracias antañonas, se ha abierto paso un poder social de nuevo cuño: la juvenocracia[10]. Un poder que,instalado en las mentes de quienes incluso superando con creces la cuarentena, desarrollan actitudes y conductas sociales propias de una adolescencia de facto, anacrónica, apócrifa...